Antonio Buisán fue el último vecino en morir en Jánovas, aunque ni el funeral ni el sepelio pudieron realizarse en su pueblo, ya que Iberduero había destrozado la iglesia y expropiado el cementerio. Para desdicha de su familia, tuvo que ser enterrado en Boltaña, en unos nichos que Iberduero había comprado para estos casos.

Cartero de profesión y con cinco hijos, Antonio Buisán no disponía de suficientes recursos económicos para empezar una nueva vida fuera de su hogar, por lo que no le quedó otra alternativa que resistir en Jánovas, a pesar de que Iberduero no se lo puso fácil, sometiéndolo a toda clase de presiones y humillaciones para que abandonara su el pueblo.