Emilio Garcés y Francisca Castillo vivieron solos en Jánovas durante quince años, soportando las amenazas y coacciones de Iberduero.

Emilio, que era zapatero, se quedó sin trabajo al marcharse la gente del pueblo y alrededores, pero encontró otro empleo en Patrimonio Forestal del Estado, y ahí estuvo trabajando una década, hasta que le comunicaron que lo iban a trasladar a otro lugar. El traslado suponía dejar Jánovas, por lo que lo rechazó. Y ese rechazo le supuso el despido. Emilio siempre sospechó que la propuesta de traslado o despido no fue sino otra forma de presionarlo para que abandonara el pueblo, ya que Patrimonio Forestal del Estado seguía contratando trabajadores en la comarca, mientras que a él lo querían fuera de ella.

En cuanto a su mujer, Francisca, se enfrentó día a día y cara a cara con el personal de Iberduero y los agentes de la Guardia Civil que acudían a Jánovas a amedrentarla. Y, a pesar de tenerlo prohibido, Iberduero llegó incluso a dinamitar el lugar donde ella guardaba sus conejos, y continuamente la amenazaban con entrar en su casa y sacarla a la fuerza.

Emilio Garcés y Francisca Castillo dejaron definitivamente su casa el 20 de enero de 1984. Habían sido muchos años de resistencia, miedo, dolor, tristeza, rabia, injusticias y penurias. El mundo parecía no comprender la lucha de este matrimonio, y se sentían solos. No solo tenían en su contra Iberduero y la Administración, sino que también medios de comunicación, abogados y hasta vecinos de la comarca les animaban a rendirse.​

Finalmente, el matrimonio llegó a un acuerdo con Iberduero, que incluía una casa y algunas tierras en Campodarbe. Sin embargo, cuando ambos llegaron a Campobarde aquel 20 de enero de 1984, se encontraron con la casa destrozada y las tierras ya alquiladas a otras personas. Por su parte, Iberduero se había encargado de derribar su casa de Jánovas para asegurarse que la partida era definitiva.